«Pues ustedes han muerto a esta vida, y su verdadera vida está escondida con Cristo en Dios».
Palabras de San Pablo, apóstol en su carta a los Colosenses, capítulo 3, verso 3 (N.T.V.)
Cuando una persona está muerta físicamente, ya no puede experimentar dolor, tristeza, abandono, orfandad; no reacciona a insultos o provocasiones; pero tampoco es víctima de las circunstancias y ya no es objeto de lo que el diablo pueda hacerle, y ningún tipo de emociones positivas le pueden motivar, ¿cierto?
Cuando nos relacionamos con Dios a través de Cristo, MORIMOS A LA VIDA COMÚN, A LOS MOTIVOS COMUNES QUE NOS HACEN REACCIONAR COMO «VÍCTIMAS» O «AFORTUNADOS».
La Santa Biblia declara que AHORA NUESTRA VIDA ESTÁ CON CRISTO, EN DIOS. La perspectiva de las cosas, circunstancias y haceres de la vida, CAMBIA POR LA VISIÓN QUE DE ELLA SE TIENE DESDE EL CIELO.
No es que «paremos de sufrir» :), sino que AHORA TODO ES PARTE DE UN PLAN PRECIOSO Y PERFECTO DE DIOS EN NOSOTROS Y A TRAVÉS DE NOSOTROS, PARA OTROS.
¡¡Qué paz insondable e incomprensible inunda nuestro mundo interior!!
Ahora vivimos A CAUSA DE UN PROPÓSITO MAYOR QUE NOSOTROS MISMOS. VIVIMOS PARA CUMPLIR EL ETERNO PROPÓSITO DE DIOS PARA NUESTRA EXISTENCIA AQUÍ, un lugar en el que, por cierto, solo estamos de paso.
En eso consiste la fe: EN ESTAR CONVENCIDOS QUE DIOS ESTÁ DE NUESTRA PARTE, NUNCA EN NUESTRA CONTRA, MÁS ALLÁ DE TODA CIRCUNSTANCIA. Y, aunque muchas veces nos ha de costar caminar en esta verdad, LA DECISIÓN LA TOMAREMOS UN DÍA A LA VEZ.